Posteado por: Las noticias del océano | abril 30, 2011

1615 : La matanza de arrantzales en Islandia

Sábado, 30 de Abril de 2011. Los balleneros vascos hacían parada en la isla en otoño, a la vuelta del norte, cazaban ballenas y marchaban antes de que el hielo les bloqueara el camino a casa; algunos de los más bravos, los hombres de Villafranca, jamás volvieron.

Universidad de Nevada, Reno

Está documentado que los vascos han cazado ballenas desde al menos principios del siglo XIII, pero lo hacían en la propia costa vasca, o en las costas de Cantabria, Asturias y Galicia. Desarrollaron este arte hasta aventurarse más lejos, hasta Irlanda o el mar del norte, incluso hasta Groenlandia. En una época en la que nadie lo hacía, pronto se hicieron con la hegemonía de esta industria. Incluso los contrataron en buques ingleses u holandeses para adiestrar a aquéllos. Tras el descubrimiento de América, se dirigieron hacia Terranova o las islas Svalbard, al norte de Noruega. De camino a estas islas o a Groenlandia, está Islandia. Paraban en la isla en otoño, a la vuelta del norte, cazaban ballenas y partían antes de que el hielo les impidiera salir hacia casa (entre mediados de octubre y principios de noviembre).

El negocio tenía sus riesgos, porque había piratas, corsarios, buques de guerra hostiles y el propio gobierno danés no era receptivo a que un grupo de vascos acometiera la matanza de ballenas y procediera a derretir la grasa en sus costas, con el hedor horrible que esto producía y los despojos que provocaba. Pero al mismo tiempo era un negocio lucrativo, de forma que no les resultó complicado a aquellos balleneros llegar a un acuerdo con los pobladores de los fiordos del norte. Los vascos (procedentes fundamentalmente de Bizkaia, Gipuzkoa y Lapurdi) contrataban a islandeses para hacer algunas labores menores (limpieza, horneado…) y estos a su vez vendían carne de oveja, lana y otras cosas a los balleneros. Dado que en Islandia no hay madera, porque a esa latitud no hay sol durante seis meses y, en consecuencia, no hay árboles, el trueque de carne o lana de oveja por objetos de madera o herramientas de metal era muy valorado por los nativos de los fiordos del oeste (Vestfirôir o Westfjords). El primer viaje para la caza de la ballena a Islandia de que tengamos noticia lo hicieron los vascos en 1613, si bien existen viajes documentados ya en 1604 y 1608, durante los cuales, al parecer, no se cazaron ballenas.

Bahía incomunicada Los vascos establecieron los principales campamentos bases para sus expediciones de caza en Reykiafiordur (Reykjafjörður) y en Hafnarhólmur, donde en la actualidad se encuentra un yacimiento arqueológico. Reykiafiordur es una bahía natural al norte de los Westfjords, en la región de Strandir, completamente incomunicada por tierra de cualquier núcleo de población, incluso hoy en día no existe carretera de acceso al lugar. En la misma región de Strandir, más al sur, se encuentra Hafnarhólmur, localizado frente a la pequeña localidad de Hólmavik, que entonces no existía. Se trata de una pequeñísima bahía natural en el fiordo de Steingrimsfiordur (Steingrímsfjörður), muy profunda, con un saliente (un pequeño pico o golfo) donde se hallaba una de las imprescindibles atalayas del campamento, desde donde podía ver a las ballenas aproximarse a la boca del fiordo. La bahía servía de puerto natural, de modo que era posible anclar las naos frente al campamento, lo cual facilitaba enormemente la tarea de despiece en la costa al modo vizcaino y el posterior transporte de la mercancía a bordo.

Uno de los islandeses que entabló amistad con estos vascos era Jon Laerdi Gudmundsson, Jon el Sabio, un personaje muy reconocido en Islandia quien cuenta algunas cosas extraordinarias de su vida diaria en el campamento base.

El invierno de 1614 a 1615 había sido extraordinariamente frío y se mantuvo el hielo alrededor de la isla durante todo el verano. Cuando en 1615 llegaron los vascos, en pleno verano, lograron alcanzar la región de Strandir y permanecieron hasta el otoño en los campamentos de Hafnarhólmur y Reykiafiordur. Eran los capitanes de las tres embarcaciones de las que tenemos noticia Martín de Villafranca, Esteban de Tellería y Pedro Agirre, los dos primeros de Donostia, de donde, por deducción, debía ser la mayor parte de la marinería de ambas naves. Pedro Aguirre podría ser vecino de Donostia, pero también de Deba o Mutriku, localidad de procedencia de algunos de los marinos asesinados.

NAUFRAGIO POR ICEBERGS El martes 19 de septiembre, tras haber dado por terminada la temporada de caza, los capitanes de las tres naves se reunieron en la nao de Martin de Tellería, la mayor de las tres embarcaciones, para discutir el reparto de la caza, llegando a un acuerdo dos días más tarde. No obstante, la noche del 20 de septiembre, una tempestad arrastró dos grandes icebergs hacia la costa haciendo encallar los navíos en Reykiafiordur, dos de los cuales se hundieron, falleciendo en el acto tres marinos. La tercera nao de Villafranca resultó gravemente dañada, pero aún podía ser reparada, una vez que en primavera se retirasen los icebergs. Tal como refiere Jon Laerdi, allí hubieron de pasar la noche los supervivientes: «Mal encontramos a aquellos desgraciados, aún junto a las cabañas, era triste verlos: heridos y golpeados, casi desnudos, tumbados a la intemperie, medio muertos».

Los náufragos pensaron que alguna embarcación en el fiordo de Jokulfirdir (Jökulfirðir) los podría llevar de vuelta a casa. De este modo, el sábado 23 de septiembre partieron hacia allí los 83 náufragos en ocho pequeñas picazas hacia el sur, bordeando Hornstrandir, punto norte de los Westfjords, en medio de un temporal. Llegaron a Jokulfirdir el martes 26. Allí pasaron dos noches. Los capitanes Agirre y Tellería y sus hombres decidieron tomar el navío que allí encontraron aunque no estuviera en buen estado y navegaron hacia el sur, hasta Geirseyri (en las cercanías de Vatneyri), en el fiordo de Patreksfiordur (Patreksfjörður) donde pasarían el invierno. Cuenta Laerdi que allí los generosos y honrados Bjorn y Ragnheidur, madre e hijo, se apiadaron de los pobres extranjeros extraviados.

Por su parte, los hombres de Villafranca se separaron en dos grupos. El propio Villafranca al mando de 18 hombres prosiguió viaje en dos chalupas hacia Sandeyri con los restos de una de las últimas ballenas cazadas, para ser troceada allí. Fueron bien acogidos en dos distintos lugares hasta que a llegaron a la localidad de Ingjaldssand. Finalmente establecieron el campamento base en la isla de Aedey (Æðey), donde pretendían pasar el invierno. El segundo grupo de marinos de Villafranca, compuesto por 14 hombres, se dirigió hacia Bolungarvik y desde allí a Pingeyri, en el fiordo de Dyrafiordur (Dýrafjörður). Allí ocuparon una estación de comercio danesa ya vacía, dado que los extranjeros tenían prohibido permanecer en Islandia durante el invierno.

Atacar y matar El decreto real expedido el 30 de abril de 1615 por el rey danés Cristian IV autorizaba a los habitantes de la isla a atacar y matar a cualquier extranjero que causara disturbios o alterase la paz. Tal como relata Laerdi, dos hombres de Dyrafiordur reunieron una partida y atacaron en Skaganaust al grupo de 14 hombres de Villafranca que se había dirigido a Pingeyri. Daba así comienzo la persecución en pleno invierno de un contingente de 83 hombres congelados y hambrientos, dividido en varios grupos.

Mataron a todos los que habían buscado refugio en Pingeyri a excepción de uno llamado Garcius, muy posiblemente Gaspar o Miguel García de Donostia, quien logró escapar para encontrarse más tarde con Aguirre y Tellería. Acusados de pillaje y piratería, el gobernador de Ögur, Ari Magnússon, reclutó en su región natal de Sandeyri a un grupo de 50 hombres armados el 8 de octubre de 1615 y la persecución dio comienzo tres días después, la noche del 13. Como medida de presión, Magnússon advirtió de que aquellos que no acudiesen a su llamada a las armas serían responsables de cubrir con sus bienes los destrozos que los vascos pudieren ocasionar.

La partida de Magnússon cruzó en chalupas el fiordo de Isafiardardiup (Ísafjarðardjúp) desembarcando en la isla de Aedey (Æðey), donde capturaron y ejecutaron a cinco de los hombres de Villafranca. Los otros trece náufragos, entre ellos el propio Villafranca, se encontraban en Sandeyri (localidad de la orilla norte del fiordo de Ísafjarðardjúp). Cuando llegó la partida hasta ellos, el capitán pidió clemencia, pues no habían hecho daño alguno: «Aquí, en esta tierra, yo obedecí la ley, y como dice mi carta, ofrecí el diezmo; haré cualquier cosa por la paz y porque vida y bienes nos sean respetados». El pastor les prometió que se les respetarían las vidas si deponían las armas: «Por favor, Martin, en el nombre de Dios, depón tu arma y pide clemencia, y la recibiréis, seréis bienvenidos, estaréis a salvo y todas nuestras disputas habrán terminado». Y así lo hizo Villafranca, quien se postró frente a Magnússon y entregó su espada.

Jon Laerdi narró entonces la matanza a sangre fría que tuvo lugar a continuación, de forma escalofriante. Uno de los hombres de Magnússon asestó un golpe con su hacha a Villafranca en la garganta, pero erró y le quebró la clavícula. Villafranca, un hombre corpulento, pudo en aquellas condiciones deshacerse de los tres hombres que lo retenían y corrió hacia el agua mientras el resto lo apedreaba desde la costa. Tras mucho tiempo en el agua decidieron ir tras él en tres botes y, finalmente, Björn Svensson le pegó un golpe en la frente y, arrastrándolo hasta el bote, le cortaron una mano. Luego lo llevaron flotando a la costa y lo desnudaron. Le abrieron el pecho a cuchillo, causando una cortadura hasta la cintura. Entonces Villafranca se levantó por última vez y murió, al caer del cuerpo las entrañas. Trasladaron luego el cadáver al mar, pero al cabo de dos días el cuerpo volvió a la playa en Ögurshólmar donde sería enterrado. Y así murieron los restantes 12 hombres de Villafranca. No obstante, tras diez años de inhibición, los marinos vascos reanudaron la caza en Islandia a partir de aproximadamente 1626.

Ndlr Sibylline : La gran expedición vasca (España)

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